Se escucha mucho por allí que estos de ser padres, no tiene manual de instrucciones, es cierto que algunos se preocupan más o menos de entender cómo va esto de la “crianza”, o algunos tienen más o menos tiempo, o algunos simplemente van escuchando las campanadas o bien del corazón, o de los murmullos que llegan del ambiente… en fin, no existe formula…
La fórmula del amor infinito que ellos nos inspiran, hace mucho…
Sin embargo en el constante correr del día a día, el cansancio, el agotamiento, los llantos constantes de algunos niños…
… las noches sin dormir por “x” motivo, el agobio de las exigencias de los niños, los problemas cotidianos, la falta de tiempo, la impotencia de los “proyecto” inacabados, etc, etc… Pueden llegar por instantes a colmar el vaso de agua… y en alguna ocasión puede salir una voz con tan contundente fuerza, que es capaz de asustar hasta a un elefante…
Estoy segura que todos los padres quieren lo mejor (desde su punto de vista) para sus hijos…
…trabajan por ello, y algunas veces hasta “GRITAN” por ello…
Cuando nos hacemos padres, nos damos cuenta del gran esfuerzo que hicieron los nuestros por llevarnos de la mano, en parte de nuestro camino.
Incluso nos damos cuenta, e identificamos que aquella “formula” que no nos gustaba, era básica para nuestro crecimiento como adultos responsables, o bien, que cierta “formula”, es tan errónea que no quieres por nada del mundo aplicarla a tu hijo… ya lo dije, el manual de instrucciones es muy complicado…
El niño perfecto no existe, si existiera, sería un robot, y eso lo considero un poco triste, no hay nada más dulce y divino que ver a tus hijos saltar mientras se les ilumina la cara con una sonrisa…
...mientras a ti se te salta el corazón por el temor de que puedan hacerse daño… eso es VIDA…
Así que si tu hijo es de los que le gusta saltar, llévalo a algún sitio que corra, que salte, que explore…
Que investiguen, siguiendo sus pasos con cuidado, midiendo el peligro,
…pero sin gritarles, de forma que no melle su confianza ingenua de peligros… porque esa confianza ingenua de peligros es parte de la niñez…
No sé si soy la mejor madre del mundo, y tampoco soy un buen ejemplo, en alguna ocasión levanto la voz, más veces de las que me agradaría levantarla.
Si, es cierto que doy besos, muchos besos, y abrazos y caricias…
…tal vez es una forma de aprendizaje, pero algunas otras cosas requieren fortaleza y firmeza, solo que esas actitudes a veces no vienen acompañadas de buenas palabras…
De vez en cuando hay que hacer el ejercicio individual de escucharte, de “autoescuchar” las palabras que usas con tus hijos, ellos agradecerán que seas firme pero con buenas palabras… y si no, piensa!, como te sientes tu, cuando alguien te juzga de forma negativa?...
Hace unos días Àfrica por primera vez le soltó un manotazo a Aran, desde luego él no estaba haciendo de angelito, todo lo contrario, la estaba enfadando. África es una niña dulce, dócil, cede muchas veces a los caprichos de su hermano, que aparte de ser pequeño, es tozudo y tremendo.
Ella se preocupa mucho de él, y las cosas nunca habían pasado de un simple forcejeo por un mismo juguete…
Aquel día, jugábamos los tres sentados en el suelo, llovía, estaban agobiados porque no podíamos ir al parque, ellos necesitan salir… Aran le quitó de las manos, un juguete a su hermana. África corrió y con mucha fuerza, le dio en las manos a su hermano… por un instante me quedé pasmada, sin habla, mientras por mi cabeza pasaban montones de preguntas/respuestas/soluciones/acciones.
Ambos lloraban, él porqué había sido “agredido” y ella por su sentimiento de saber que lo hacia mal…
Respiré profundo, mi respuesta interna fue. “no grites, los gritos generan más violencia”, consolé a Aran, consolé a Àfrica (ella aun le cuesta gestionar sus emociones), y una vez calmada la tempestad, cuando ambos tenían ganas de comunicarse entre sí, le dije a Aran que le pidiera perdón a su hermana por haberle quitado el juguete ( la manera de pedir disculpas de un niño de apenas dos años, que no entiende muchas cosas, es simplemente dando un beso y un abrazo, no se necesitan palabras) y a ella que le pidiera perdón por haberle pegado y que me prometiera que nunca más le pegaría a su hermano (sé que es una promesa, que se romperá, aún le cuesta entender esto de las promesas).
Al poco rato estábamos jugando en paz otra vez…
Esta simple escena logro cargarme para el resto del día, el desgaste de energía por intentar controlarme, por intentar comprender, por no juzgar con malas palabras… me agotó.
Sé que no será la primera y la última vez que se disgusten de esa manera… pero entiendo que en momentos de tensión, lo que menos ayuda es un juicio negativo… que cuando le dices a un niño “lo hiciste mal” o “te portas mal”, ellos experimentan impotencia, porque lo más importante para ellos son sus padres y la aprobación de los mismos, por lo cual juzgarlos mal, implica tal vez generarle impotencia y más rebeldía… y según como, en algunas ocasiones mellarle el autoestima…
Esto no es un manual de instrucciones, es simplemente mis pequeñas impresiones de una fórmula que no se, siquiera, si está bien, que no me garantiza el éxito, pero seguro que por el momento me garantizará paz, a pesar del agotamiento…
No sé si cuatro gritos, con malas palabras y alguna palmada me garantice paz, lo que seguro me podría dar es agotamiento, incluso en el alma…
