Lenguaje de viajando conmigo

Siempre me ha gustado el lenguaje de la palabra escrita, de las imágenes que rondan el mundo en silencio, del amor que se expresa con dulzura, de los pinceles que difuminan colores a través de las almas, de las sensaciones de los olores cuando se cierran los ojos, del roce de la persona amada… Viajando conmigo es una bitácora por el mundo de mis sensaciones… me acompañas?

Solo puedo decir que cada nuevo destino con billete de vuelta, me enseña un pedazo de mi que desconocía.


Siempre es divino regresar

Me reclino para mirar a través de la ventana y percibo que no hay algodones de azúcar aquí en lo alto, el día está claro y soleado y pueden verse la infinidad de colores que se matizan entre el mar, la playa y las montañas.
Mientras descendemos en esta especie de burbuja voladora, el niño de delante ríe a carcajadas tras las caricias de su madre y pienso: “la tierra vista desde lo alto es una perfecta obra de arte” me deleito con los colores y disfruto con los tonos, los matices… de pronto el niño empieza a llorar y siento la presión del aire en mis oídos… estoy ansiosa de bajar y llegar a casa, al hogar, ese pedacito de ámbito que juntos nos creamos.
Bajamos del avión, caminamos a través de los largos pasillos del aeropuerto en busca del tren, millones de personas corriendo por doquier, se siente el movimiento de esta ciudad que al parecer me empiezo a acostumbrar, me gusta su ir y venir de las personas que parecen arterias de este cuerpo de mujer con nombre de Barcelona.


Caminando rápidamente entre los pasillos después de largas 12 horas de avión, el hipnotizante “traca traca” de las ruedas de las maletas se hace familiar y me hacen pensar que este sonido es típico de una ciudad como Barcelona y me siento en casa, me siento nuevamente en el hogar.
Siempre es divino regresar.

Que llega el verano!

Estaré ausente unos días!, les dejo un poco de música caribeña para que os vayáis preparando para el verano!...

Barcelona

Aunque vivo en una ciudad encantadora, muy poco hablo de ella… sin embargo cada vez que recorro sus calles me enamora su gente, su lengua, sus tradiciones, su arquitectura, ese mundo bohemio que se respira por el barrio gótico, esa libertad que se siente cuando te toca la brisa del mar o el viento frío de las montañas, ese arte que se respira por donde vayas… ese querer hacer las cosas bien… ese correr de los transeúntes que vistos desde lo alto parecen las venas de un inmenso cuerpo que late por vivir.
Barcelona tiene nombre de mujer bohemia que baila entre dos ríos, el Llobregat y el Besós, que te observa desde las alturas del Montjuic y te abraza con el calor del mediterráneo.
Cada vez que recorro sus calles la veo más hermosa, es como esas mujeres que con los años se pone más interesante, inteligente y atractiva… ella me abraza y juega a no dejarme escapar…

Esta mañana salí en bici por sus calles, era la fiesta de la bicicleta y montones de personas congregadas por una misma lucha… en el camino disfruté de sus calles, su gente y el arte que respira… les regalo algunas fotografías.


Berlín III

Aquel día el despertador sonó a las 6 de la mañana, la moqueta del “súper hotel” me ocasionó alergia por lo cual estaba loca de ducharme y salir corriendo de la habitación, a parte que nos esperaba una cola para visitar el Reichstag. Llegados al lugar veinte minutos antes de la apertura de puertas (abren a las 8 de la mañana) Aún sin desayunar entramos y lo mejor de todo es que es “gratis”, subimos en el primer grupo y me dediqué a disfrutar de aquella maravillosa arquitectura.
Tras la salida, el desayuno y una vez más al memorial al Holocausto (soy monotemática) para volver a perderme entres sus bloques de hormigón, sin embargo debíamos continuar puesto que el día prometía muchas actividades, así que enfilamos hacia Unter Den Linden, que no es más que un paseo lleno de tiendas que se despliega bajo los árboles de té.
Con la guía comprada por Internet (play&tour) nos íbamos enterando de cuanto edificio, barrio e iglesia singular se nos cruzaba por el camino.
Así llegamos la Bebel Platz que a pesar de ser una plaza seca y en cuyo alrededor están dispuestos edificios de gran relevancia, se le conoce por un episodio histórico protagonizado por los nazis en 1933, en el cual hicieron una gran fogata con unos 20.000 libros que se consideraban subversivos y en su mayoría escritos por judíos. A través de un vidrio dispuesto en el suelo, se puede ver una habitación con estanterías vacías en símbolo de aquel atentado a la cultura.


Muy cerca está el edificio Neue Wache de arquitectura Neoclásica, pero lo más interesante está en su interior, allí en medio reposa una escultura titulada “madre con su hijo muerto” o la Piedad, está justo debajo de un orificio en el techo, expuesta a la lluvia, la nieve y al sol, simbolizando el sufrimiento de los civiles durante la guerra. Es una imagen absolutamente sobrecogedora.

Después de tantos edificios que remueven la conciencia y te hacen querer indagar más sobre la historia se nos cruzó el museo egipcio, mientras la guía comentaba que dentro estaba la Nefertiti, yo enloquecía por entrar…
Sin dudarlo dos veces, ascendimos por las escaleras en busca del arte egipcio. Es impresionante la colección que tienen los alemanes, desde pequeñas maquetas, joyas hasta grandes estatuas de las diferentes épocas de Egipto.





Después de casi dos horas internados en el Museo seguimos caminando entre los diferentes edificios en busca de comida.
Una vez más en pié y con las fuerzas renovadas, continuamos con el paseo, así nos dejamos perder por el barrio de San Nicolás del siglo XIII pero restaurado después de la segunda guerra mundial. Y de allí al Fernsehturm (torre de la televisión, bautizada por mí como el pirulino) que uno de los símbolos de Berlín y desde donde se contempla absolutamente toda la ciudad.
Después de hacer la respectiva cola, subir y volver a bajar, aún y con el cansancio de todo un día de caminar, no podía dejar de visitar el Museo Judio proyectado por Daniel Libeskind , quien lo diseñó como una metáfora a la difícil historia de los judíos. Por fuera el edificio es de Zinc y con muy pocas aberturas o ventanas, en su interior hay un sin fin de exposiciones interesantes que vale la pena disfrutar sin prisas. Sin embargo llegamos a las 6 de la tarde y cerraban a las 8, por lo cual casi corríamos para intentar ver lo más destacado.Es un edificio espectacular por su simbolismo y exposiciones, las sensaciones dentro son varias, desde sobrecogimientos, rabia, pesar, hasta alegría e ilusión.



Entramos en una sala vacía de paredes de hormigón de aproximadamente 25 metros de altura, sin nada de luz, solo en la parte superior había una pequeña ranura de luz natural que se filtraba entre la oscuridad y las frías paredes, la sensación es indescriptible.

Después hay otra sala cuya exposición consistía en un suelo cubierto de piezas de hierro en forma de caras esparcidas de manera desordenada…

...caminar sobre ellas emitía un sonido áspero y contundente, las caras simbolizan los miles de muertos en el holocausto, estar allí es impresionante, y caminar escuchando aquel sonido mucho más.


El museo está lleno de un sin fin de salas y documentos interesantes de ver, lamentablemente el tiempo nos comió y casi nos cierran las puertas con nosotros dentro.
Muy cerca del museo está Checkpoint Charlie es una replica del punto de control más famoso entre Berlín este y oeste, del lado ocupado por los americanos, hay una inscripción que cita: “está abandonando el sector estadounidense”.
Con estas palabras acababan nuestra visita de aquel día.

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