Florencia nos recibió entre lluvia… una lluvia que me recordó a las
lluvias de Maturín… y después que escampa todo queda brillante, todo reluce…
Esa tarde nos deleitamos con el puente Vecchio, el rio Arno, El Duomo, y creo que hasta con un rico helado (y caro también por cierto)… en fin que ya era tarde para visitar a David y subir al Duomo…
A la mañana siguiente evidentemente nos levantamos muy temprano para ir a ver al
David, al inigualable David de Miguel Ángel. Pensamos que al ser verano conseguiríamos mucha cola y a ciencia cierta esperamos menos de lo que pensábamos… dentro de el recinto y al encuentro con el David, una parte de mi no podía creérselo… estaba allí!! tan imponente con un poco más de cuatro metros, con las venas tan bien expresadas en sus manos y pies, mostrando en su postura, fortaleza…
A pesar de que en la sala no estaba permitido hacer ningún tipo de fotografías… claramente está que yo si las hice!! Jijijiji ;-) y también aceleré el pobre corazón de mi compañero de travesía al pedirle que me hiciera una con el David, mientras las vigilantes de sala iban diciendo a la gente “no se permiten fotos”… jajajajaja.. pero el mal ya estaba hecho, yo tenía mi tan anhelada foto junto a la escultura de Miguel Ángel.
Un paseo por el resto de la Sala, nos encontramos con pinturas del arte bizantino, describiendo los pasajes de la Biblia… en fin un derroche de arte…
De seguido nos fuimos al Duomo y emprendimos el viaje por 463 escalones hasta llegar a lo más alto de la cúpula… genial!!!! me sentía más viva mientras las palpitaciones de mi corazón se aceleraban y mi piel sudaba por la ascensión de tantos escalones, en busca de llegar a la cima, a pesar de ser un túnel que a veces puede parecer claustrofóbico, en el camino hay algunos vanos que te dejan mirar al exterior… entonces cuando estas allí frente al agujero que deja entrar la luz, el aire y te deja mirar hacia fuera, aprecias sentir la poca brisa que toca tu rostro, la luz que te encandila por la oscuridad en que vienes…
Los escalones a medida que vas llegando empiezan a alargarse y las zancadas son más altas, pero ya casi estas arriba… y cuando llegas es como el triunfo!! Se siente rico, y cuando miras te das cuenta que ha valido la pena el sudor y la oscuridad en algunas ocasiones…
Disfruté enormemente de estar arriba, quería fotografiar cada pedazo de Mármol que veía, tocaba… alli me quede un rato deleitada… no quería bajar… pero en mi ímpetu de “hacer cosas” entendía que el tiempo es corto y debía continuar…
Visita seguida la Capilla de los Medecci, tampoco permitían tomar fotos, otra vez me salté las reglas, y disimuladamente allí estaba yo disparando con mi cámara intentado que no se dieran cuenta… La verdad que la capilla es realmente impresionante, todo recubierto de mármol de diferentes colores, gruesos y formas… cuando entré en el recinto mi expresión fue OOOOOOOH!!... ;-)
En fin después de salir de allí decidimos que callejearíamos un poco… nos metimos en el mercadillo, nos encontramos con montones de pinochos, los hay de todas formas y tamaños…
Comimos en el mercado… lugar recomendado por la atención, calidad y precio… allí nos dimos cuenta y ratificamos que los florentinos son gente simpática… entre callejear y callejear también buscábamos donde colgar el candado que llevábamos arrastrando un día y medio… para luego tirar las llaves al río…
Para quienes no lo saben, hay una leyenda que dice que cuando visitas Florencia, los enamorados colocan sus nombres en un candado con la fecha del compromiso y luego tiran las llaves al arno, en promesa de amor eterno… Jaume con la dulce ilusión de llegar al puente Vecchio y colgar el candado con nuestros nombres y fecha del día en que me pidió en matrimonio, se quedó parado al encontrar la reja limpia de vestigios de amor… desconsolado con un candado en un bolsillo del pantalón… a cada dos por tres me decía “acuérdate que tenemos que preguntar lo del candado”… cada vez que me decía eso aparte de causarme gracia y ternura era como si me estuviera diciendo “te quiero” sin decirlo.
El día que compró el candado en Barcelona, llegó con uno muy pequeño y me lo mostró con nuestros nombres ya escritos… objeté el tamaño pensando que no alcanzaría en entrar en las rejas… luego apareció con otro candado un poco más grande y volvió a escribir nuestros nombres. Desde ese momento se hizo responsable del candado… después de preguntar, una chica Florentina nos comentó que había salido una ley que prohibía la colocación de candados en el puente Vecchio… al final de la historia conseguimos un cúmulo de candado en el que no dudamos colocar el nuestro…
Horas más tarde estábamos tirando las llaves al rio arno, para deleitarnos con esta hermosa imagen.