Lenguaje de viajando conmigo

Siempre me ha gustado el lenguaje de la palabra escrita, de las imágenes que rondan el mundo en silencio, del amor que se expresa con dulzura, de los pinceles que difuminan colores a través de las almas, de las sensaciones de los olores cuando se cierran los ojos, del roce de la persona amada… Viajando conmigo es una bitácora por el mundo de mis sensaciones… me acompañas?

Solo puedo decir que cada nuevo destino con billete de vuelta, me enseña un pedazo de mi que desconocía.


Escambray, Santa Clara y Cayo Santa Maria

Marchamos de Trinidad camino a Escambray; tras las huellas del Che, una excursión recomendad por la guía. Terminada la caminata iríamos directo a Santa Clara, donde ya teníamos concertado por teléfono el alojamiento. En esa ocasión no conseguimos casa con dos habitaciones, así que dormimos en “casas separadas” pero una muy cerca de la otra.
El alojamiento verdaderamente muy económico, pagamos por dos noches aproximadamente 50 euros entre los tres… debo decir que las casas están en muy buen estado, todas con aire acondicionado y agua caliente.
Después de una carretera en “más o menos en buen estado” llegamos al parque, donde se paga una pequeña donación por entrar. En el comienzo de la caminata hay una pequeña tienda de venta de bebidas y un pequeño mapa labrado en madera. En la entrada nos dijeron que todo estaba muy bien indicado, por lo cual no contratamos guía.
Iniciamos la caminata en un descenso entre un el bosque tropical húmedo, maravillándonos con la vegetación de helechos, cafeteros, árboles de plátano, orquídeas, hongos, líquenes… en fin, una variedad de árboles que nos llenaban de sombra el descenso.

Llegamos a una zona de cascada, donde hicimos nuestra primera parada y nos encontramos con un grupo de cubanos que también iban de excursión y eran verdaderamente muy simpáticos.
La siguiente parada fue otra cascada donde nos zambullimos en las frías aguas de aquel río que fue testigo de la guerrilla comandada por el Che.
Me posé bajo una pequeña cascada recordando profundamente a mi país, aquel lugar me lo recordaba inmensamente…


Después de un rato en aquellas aguas, reanudamos la caminata, pero esta ocasión en un ascenso verdaderamente escarpado, que menos mal era bajo la sombra, porque yo sudaba a chorros por la humedad y calor.
Una vez arriba, nos encontramos nuevamente con aquel grupo de cubanos y nos quedamos rato hablando con un señor súper amable y simpático con el que estuvimos bromeando sobre el machismo latinoamericano y la igualdad de género de los países europeos.
Una vez más en el coche partimos rumbo a Santa Clara por una carretera terrible, llena de agujeros y absolutamente mala de transitar, después de pasar 40 minuto y solo recorrer 10 km. estuvimos apunto de volver, sin embargo fue maravilloso pasar por aquel lugar donde “nadie pasa”, era una montaña cuyas casas se asomaban cada 4 kilómetros. En ese subir nos abismamos con los niños que al ver o sentir un coche salían corriendo con sus caras de inocentes a esperar a que parásemos.
Lo vi correr desde la distancia con la mano extendida, mientras le dije a Jaume que parara, que teníamos galletas, el niño de pantalón rojo y que contaba a penas unos 6 años se alegró con el paquete que le entregamos, más atrás venía corriendo una abuela pidiendo jabón, me baje del coche, abrí la maleta y le di una bolsa de jabón que cargaba desde Barcelona.
Continuamos el camino y dentro de mi quedaban tantas preguntas sobre aquella gente. En la soledad de la carretera no pararon de salir niños donde íbamos dejando las galletas, niños que se conformaban con un saludo… hasta que llegamos a la civilización de Santa Clara.

Santa Clara es un poblado de calles cuadriculadas y estrechas, con las fachadas coloniales sin mantener.Los rótulos de los nombres de las calles no existen, se los roban para fundir el metal y venderlo.
Llegamos a la casa concertada, donde nos atendió Rodolfo un hombre de estatura media, muy hablador, culto y ansioso de información, junto a su señora Rosa, simpática, Chavista (como ella misma se describió) y muy servicial.
Aquel día no nos dio tiempo más que para cenar, dar una pequeña vuelta por el pueblo y luego disfrutar una larga charla con aquellos maravillosos anfitriones.
Al día siguiente partimos para el Cayo Santa Maria, aproximadamente a unos 45 minutos de carretera desde Santa Clara. La carretera está en buen estado hasta la entrada hacia la playa… …donde se convierte en granzón (grava + arena) y se llena de vegetación de manglares y aves silvestres…


Es fácil sentirse perdido en aquella zona, pero cuando se llega al lugar y se camina a través del un pequeño bosque seco (cuidado con los mosquitos, hay muchos y son “asesinos”) sorprende el azul cristalino del mar y blanco de las arenas finas. Una playa verdaderamente virgen, solo estábamos nosotros, los mosquitos, los peces que no temían al acariciarnos las piernas y un neumático que aún me pregunto como llego allí.

Después de unas horas de sol y playa, con el resplandor de la arena, me protegí en vano porque las piernas se me “calcinaron”.

De vuelta Santa Clara, llevamos a una señora que nos acompañó todo el camino y se vino con nosotros a visitar uno de los tantos monumentos del Che. Después de la visita la dejamos en su casa y volvimos con Rodolfo y Rosa.

Rodolfo Ingeniero industrial, alardeaba de que su biblioteca estaba repleta de libros que le regalaban los viajeros que pasaban por su casa, mientras Rosa hablaba de lo poco que ganaban los médicos y profesionales en aquel país.
Ambos queriendo y entendiendo la Revolución, también concordaban que del blanco al negro hay muchos matices, que la Revolución es absolutamente válida, solo que desde sus puntos de vista Fidel había cometido algunas equivocaciones. A pesar de todo aquello se notaba su admiración hacia aquel hombre, al punto de que al día siguiente nos incitó a ver un video de la revolución y la historia de Cuba, mientras por su parte nos explicaba con admiración la lucha de Fidel por el pueblo Cubano y de no dejarse “joder” por los yanquis.


Trinidad a solas

Después de la aventura del día anterior, con el neumático pinchado, las carreteras en mal estado y demás, desistimos de la idea ambiciosa de llegar hasta Baracoa, así que aquel día nos seguimos quedando en Trinidad para disfrutar de su calma y de sus playas cercanas, en la península de Ancón.
Una cosa que tiene cuba es que a cualquier lado donde vayas siempre hay una persona en los estacionamientos cobrando una tarifa “sacada de debajo de la manga”, en un lugar que tal vez es simplemente público, es muy fácil caer y para evitar males mayores siempre terminábamos pagando. Así que aquel día, en medio de la nada, salió un señor que supuestamente cuidaba los coches a cobrar su tarifa por adelantado. Después de pagar nos instalamos en la playa y nos zambullimos en las calientes aguas del caribe…
El lugar estaba prácticamente desolado, no había que luchar por un hueco en la arena para poner las toallas. El cielo resplandeciente de pronto empezó a tornarse gris y una suave lluvia nos corrió después de dos horas de sol.

De vuelta al poblado entre una carretera desolada, hay cantidad de cuervos revoloteando en los aires en busca de alguna presa, y de esa misma forma en las esquinas de las calles están los cubanos metiendo la mano esperando que alguien les acerque a su destino. El transporte en cuba está en muy mal estado, aunque muchos dicen que ha mejorado, sin embargo se mantiene la costumbre de llevar a la gente en una parte del camino.

Después de una ducha aquel día nos fuimos al mirador de la Loma, un lugar apacible, donde me deleité de la naturaleza…

y un pequeño amiguito que cambiaba de color cada vez que me acercaba.


Así terminaba un nuevo día y en la noche mi amiga y yo nos fuimos a la fiesta en la plaza del pueblo, mientras disfrutaba del espectáculo cubano.

Cuba; Cienfuegos y Trinidad

Dicen que después de la tormenta viene la calma…
Cuando iniciamos los planes para viajar a Cuba, siempre pensamos que en tan pocos días podíamos hacer un circuito corto, sin embargo la ambición se apoderó de nuestras mentes pensando que podíamos ir desde la Habana hasta Baracoa (aprox. 993 Km.).
Nuestro destino aquel día era Trinidad, haciendo un inciso en Cienfuegos
Salir de la Habana no es complicado, lo difícil es ir hacia un destino, las carreteras no tienen indicaciones y es muy fácil perderse… así que lo más sencillo es preguntar a cualquiera en medio de la carretera.
Evidentemente nos perdimos al salir, las carreteras estaban en muy mal estado y llenas de publicidad revolucionaria… mientras pensaba que tal vez el dinero invertido en tanta publicidad podría encaminarse a dotar a Cuba de mejores vialidades y señalización… pero yo no estaba para mejorar el mundo, estaba para vivir una aventura que algo me dejaría aquel día…
Después de casi cuatro horas de carretera, llegamos a Cienfuegos, una ciudad muy bien conservada. Al dar un paseo nos sorprendió que todo estuviera muy limpio, pintado y bien urbanizado, nada parecido a la Habana. La gente curiosamente en su mayoría tenía los ojos claros.
Leyendo un poco sobre la historia de la ciudad, nos enteramos que antiguamente era una región de esclavos. Se cuenta que uno de los presidentes hizo venir una colonia entera de Franceses para que es establecieran en aquella zona, razón por la cual actualmente está llena de mulatos de ojos verdes…
En un pequeño recorrido por la ciudad, disfrutamos de los edificios emblemáticos que se emplazan alrededor de la plaza José Martí (padre de la patria).


Una vez terminado el recorrido nos desplazamos en coche hasta la otra punta de la ciudad, donde disfrutamos viendo hermosas mansiones de arquitectura colonial y tropical, en muy buen estado y muy coloridas…

Nos despedimos de aquella pequeña ciudad con un buen sabor de boca al ver que no todo está destruido. Continuamos camino hacia Trinidad…
Con la dirección en mano de nuestro próximo alojamiento (una casa que nos contactó la casera de la Habana) llegamos a las calles destruidas de aquel pueblo, entre gente que se agolpaba a vendernos cosas y querer decir algo, hasta que alguien alcanzó a decirnos que teníamos un neumático pinchado.
Así que al bajar nos percatamos que el apabullo de la gente era por aquel acontecimiento. No tardaron en llegar “voluntarios” (todo a cambio de algo).
Un hombre de piel quemada por el sol inclemente y una enorme barriga que no le dejaba agacharse, se ofreció a reparar el neumático, mientras su ayudante no perdía la ocasión para pedir algo para sus niñas, evidentemente le regalamos un par de cosas. No cabe duda que no nos agradó la actitud invasiva de aquellas personas. Sin embargo al cabo de los días terminas entendiendo que simplemente es una manera de sobrevivir.

Una Vez subsanado el contratiempo, llegamos a la casa donde nos esperaba Lili (la casera), una mujer de tez blanca, estatura mediana y carácter apacible. Nos enseñó nuestras habitaciones, en las que nos sentimos absolutamente a gusto.
Estábamos en una casa de estilo colonial, de techos, ventanas y puertas altas, con patio interior. Particularmente me sentí como en el pueblo de mi madre, ese donde jugaba tanto de pequeña.
Fue estupendo ver las calles empedradas repletas de niños alebrestados con un juego, eran ajenos a nuestra invasión extranjera, corrían de un lado a otro, o se concentraban jugando a las canicas (metras), medio vestidos por el calor, lucían de bruces al sol todo sus inocentes pechos aún sin desarrollar, mientras la chica de la puerta aletargada por el calor, les miraba…

Realmente el encuentro con Trinidad fue estupendo. En el centro de la ciudad está restringido el paso a cualquier tipo de vehículos. Nosotros estábamos en la zona protegida, por lo cual no había ruido de coches. Las casas con sus fachadas de colorines y techos de teja, ventanas amplias y abiertas para ventilar los moradas dejaban entrever el interior de los hogares. A las 9 de la noche el pueblo sucumbía a una teleserie que dejaba las calles absolutamente despejadas.


Aquel día pedimos a Lili si nos podía hacer comida, gustosamente nos preparó una comida tan calientita y divina que todo nos parecía mágico, en aquel momento entre el aguacate, el arroz, las verduras, los frijoles y el zumo natural, olvidamos por completo cualquier incidente anterior.
Para terminar la noche, nos fuimos a la plaza, donde había un grupo tocando salsa.

Cuba, La Habana

Despertamos en una habitación cuyos muebles eran del siglo pasado, un armario de caoba tipo “Luis XV”, una cama de patas anchas y respaldar muy elaborado… muebles como de la época de mi abuela… la habitación espaciosa, poca luz, con aire acondicionado, tele y baño hasta con agua caliente. Salimos y Ana (la dueña de la casa) ya nos esperaba con el desayuno, un gran plato de frutas tropicales (uhmmm) un poco de pan, mantequilla, mermelada de la casa, huevos, café con leche y zumo (jugo) natural, verdaderamente muy bien para empezar el día…
Aquel día nos fuimos caminando entre las calles de la Habana Centro hasta llegar a la zona del Capitolio para empezar nuestras visitas del día.
Dentro se encuentra el punto cero desde donde se inicia el recuento de las carreteras del país, está representado por un diamante cuyo original está altamente custodiado.
Aquel edificio se mostró ante nuestros ojos con el esplendor de una Cuba pudiente, de aquellos años en los que se podía llegar a tener mármol italiano, paredes de oro, muebles de caoba y más… sorprendentemente los suelos de mármol relucientes en los que se reflejaban los labrados frisos y techos podían parecer cualquier palacio francés. Actualmente el Capitolio solo está destinado para uso turístico.



Después de un buen rato de visita guiada salimos con un calor aterrador, en busca nuevamente de comida. Caminamos hacia la calle Obispo, que es una de las calles más importantes de la Habana Vieja, donde se encuentran los comercios, tiendas, hoteles, restaurantes, chiringuitos, librerías, en fin!, una especie de portal del Angel de Barcelona, al muy estilo Cubano. Es fácil encontrar por aquí gente que te ofrezca cualquier cosa, desde tabaco hasta personajes muy pintorescos ofreciéndose a hacerse una foto contigo, claro está, siempre a cambio de alguna propina.

Una de las cosas que sorprende es que en Cuba no hay marcas, no hay anuncios de Coca Cola, o Cervezas o cualquier producto, el marketing que hay es el de la Revolución… Las tiendas son sencillas, sin embargo la ropa no está fuera de moda y por sobre todo sorprende que durante la noche los cubanos van de punta en blanco con sus mejores “pintas”. Las mujeres muy coquetas tienen un contoneo muy particular que evidentemente se destaca aún más mientras les ves bailar. Sorprendentemente tampoco se ven mendigos en las calles, gente descalza o pidiendo dinero, siempre ofrecen un servicio, o bien te cantan, o te recitan un poema, o bailan todo a cambio de propina… como sonrías un poco no te los quitas de encima en todo el día… mi primera impresión sobre la gente fue: “mientras no quieran venderte nada, son gente maravillosa, de lo contrario pueden ser la peor pesadilla”
Los edificios de la Calle Obispo han sido restaurados hace muy poco, es una zona de edificios históricos con diferentes tipos de Museos a visitar.

Dejándonos perder por las calles de la Habana vieja, llegamos a la famosa Bodeguita del Medio en la que te cobran un “ojo de la cara” cualquier bebida que al lado se consigue por la mitad.
La plaza de la Catedral es un lugar mágico, con mesitas en las terrazas y edificios coloniales con balcones de hierro forjado, todos mirando hacia la fachada barroca de la Catedral.

Cuando miramos hacia el cielo, las nubes empezaban a tornarse gris, sin embargo nos seguimos dejando perder entre las callejuelas hasta llegar a la Floridita, el bar en el que el célebre escritor norteamericano premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway pasaba horas disfrutando de sus famosos daiquirí, así que por que no disfrutar de uno?, nosotros también...




Allí sentados disfrutando del descanso, reposando del calor de la calle (hay aire acondicionado integral) y disfrutando del ambiente, de pronto empezó a escucharse música en vivo, una voz melodiosa cantaba una salsa divina… no es muy extraño conseguir cantantes de salsa en cualquier lugar, pero la cantante tenía una voz increíblemente preciosa, así que todo era mágico.
Aquel día debíamos buscar el coche que habíamos alquilado desde Barcelona, pero antes cogimos un taxi (muy barato) en busca del monumento de la Revolución y la fachada del Ministerio de Interior, en el que se encuentra el famoso retrato del Che labrado en hierro…

Hicimos las fotos de rigor y caminamos por la zona del Vedado, hasta llegar a un área residencial cuyas mansiones hablan de un pasado ostentoso y un presente de abstinencias. Enormes casas con grandes pórticos y porches se enfilaban bajo enormes árboles en aquella apacible calle.

Llegamos al local donde “supuestamente” debíamos recoger el coche y resulta que no era allí, si no en otro establecimiento, de inmediato cogimos un taxi y nos fuimos al otro local, donde nos comunicaron que no tenían disponibilidad, evidentemente nuestras caras eran un “poema” pero de terror!!!, tras una reclamación y algunas llamadas, resulta que debíamos volver al primer local al que ya habíamos ido. Para nuestra sorpresa y disgusto, sin previo aviso, habían aumentado 5 CUC (moneda cubana para turistas; cubanos convertibles) por día el valor del seguro del coche, tras reclamaciones, no había salida aquella situación, puesto que no nos devolvían el dinero, ya que alquiler se hizo desde Barcelona, y tampoco nos exoneraban aquel aumento ya que era un decreto que había salido 6 días antes y debía ser acatado. Hicimos una hoja de reclamación, de la cual no nos quedó copia, porque no tenían ni fotocopiadora, y a parte la única empresa de alquiler de coches es propiedad del estado, así que a cualquier lugar que fuéramos nos encontraríamos con el mismo inconveniente.
Estando dentro del local reventó una tormenta de lluvia torrencial que no paró hasta la madrugada, por lo cual el próximo destino fue comer y dormir porque al día siguiente nos esperaba un día de carretera.


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