Una vez bajar del avión después pasar la aduana tocó hacer los respectivos visados en un salón donde hay una mesa en forma “media luna abierta” con aproximadamente nueve funcionarios, el primero de todos coge el pasaporte y luego va pasando de mano en mano y firma en firma hasta el último de todos. Cuando terminan de mirarse la foto, los datos y estampillan la visa, son incapaces de pronunciar el nombre puesto que las letras para ellos son in entendibles, así que medio vociferan algo que puede parece tu nombre o puede ser el de al lado y entonces levantan el pasaporte y allí está tu foto.
Después de toda la parafernalia encontramos afuera un señor con un cartel que decía nuestros nombres, fue en busca del coche y mientras esperamos nos dimos cuenta que las letras de los camboyanos era una cosa extraña para nosotros, una especie de “arameo chinesco romántico” que nos hizo pensar en lo difícil que serían las lecturas de las calles.

Cuando llegamos al hotel nos sentimos como príncipes, a penas entrar el lobby era súper “chulo” (bonito) y después venía un botones con un par de copas de zumo (jugo) y haciendo reverencia. No entendía tanta amabilidad, pero con los días me di cuanta que los camboyanos son una gente encantadora, amables, dulces, serviciales y muy atentos.
Como ya era tarde no quedó para mucho el día, nos conectamos a internet y nos fuimos pronto a la cama, al día siguiente sería mi cumpleaños y nos esperaba la ciudad de ANGKOR THOM y sus alrededores.
Continuará…
1 comentario:
Ja,ja...me he reido con lo de la mesa en forma de media luna, y como vociferaban algo que no entendían como si fuese tu nombre, buenísimo. Y qué bonitas las letras...un abrazo, guapa.
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