Como cada día me levanté a las 6.40 de la mañana, aún no asoma el sol en estos días de invierno, con pereza me dirigí a la ducha y después a hacer los rituales de cada día; vestirme, desayunar con calma, arreglar todo y marcharme, al salir a la calle aún los coches llevaban la luz encendida, era de noche.
Tras atravesar la mitad de Barcelona con un tráfico muy “entretenido”, por las retenciones de cada mañana de aquellos que como yo salimos muy pronto de casa, al final del recorrido empecé a ver la claridad que asoma tras los primero rayos de sol… a medida que me acercaba al “este” de la ciudad, la luz se reflejaba con más intensidad en las nubes, y empecé a vislumbrar matices de amarillos, naranjas, magentas, azules, lilas, grises, mi expresión fue de absoluta fascinación antes ese regalo matutino.
Apurando para llegar y poder tomar una fotografía de aquel espectáculo que nos regalaba el día, intenté aparcar rápido, recordando que cuando amanece el sol empieza a desplazarse rápidamente, al llegar a la oficina literalmente deje todo “tirado” sobre la mesa, cámara en mano, algunos planos y empezaba la carrera por poder atrapar aquella luz.
En medio del camino me encuentro al gerente, alguna palabras rápidas porque internamente yo tenía una prisa… tras dejarle atrás, mis pasos se activaron y empecé a subir escaleras, llegada a la planta nueve sin casi respiración… tuve un pequeño desencanto, el sol ya había subido y los rayos de luz ya no se extendían tanto como en los quince minutos anteriores...
Tras atravesar la mitad de Barcelona con un tráfico muy “entretenido”, por las retenciones de cada mañana de aquellos que como yo salimos muy pronto de casa, al final del recorrido empecé a ver la claridad que asoma tras los primero rayos de sol… a medida que me acercaba al “este” de la ciudad, la luz se reflejaba con más intensidad en las nubes, y empecé a vislumbrar matices de amarillos, naranjas, magentas, azules, lilas, grises, mi expresión fue de absoluta fascinación antes ese regalo matutino.
Apurando para llegar y poder tomar una fotografía de aquel espectáculo que nos regalaba el día, intenté aparcar rápido, recordando que cuando amanece el sol empieza a desplazarse rápidamente, al llegar a la oficina literalmente deje todo “tirado” sobre la mesa, cámara en mano, algunos planos y empezaba la carrera por poder atrapar aquella luz.
En medio del camino me encuentro al gerente, alguna palabras rápidas porque internamente yo tenía una prisa… tras dejarle atrás, mis pasos se activaron y empecé a subir escaleras, llegada a la planta nueve sin casi respiración… tuve un pequeño desencanto, el sol ya había subido y los rayos de luz ya no se extendían tanto como en los quince minutos anteriores...
5 comentarios:
nos cruzamos, porque me acaba de llegar un mensaje tuyo...preciosa foto...llèvate siempre la cámara para poder deleitarnos. Un beso.
la foto es espectacualar. que colores mas vivos y mas intensos...
un beso
Carlota, hoy he traído la cámara pero definitivamente es cosa de suerte, había tanta retención que no llegué a tiempo ;-)
Miguelo, si es chula, gracias… aunque la verdad que no tienen nada que ver con lo que vía 15 minutos antes de tomar esta foto ;-)
Que lindo que entre medio del ajetreo cotidiano nos acordemos de las maravillas de las cosas simples, que tanta gente ni ve.
Cariños!
Marsu, si cariño intento alimentarme de estas cosas, increíblemente cuando veo los días así, ya me puede caer cualquier cosa encima…
Publicar un comentario